Cueva de Postojna, Eslovenia, una maravilla geológica

La cueva de Postojna, Eslovenia, es el principal atractivo de esta preciosa región del sudeste del país. Sus interminables pasillos, salpicados de puntiagudas estalactitas y estalagmitas iluminadas, son un auténtico tesoro geológico que han convertido a la cueva en el monumento más visitado del país.

La cueva de Postojna tiene un origen kárstico, palabra que precisamente deriva del nombre de la región eslovena donde está situada, Carso –Karst, en alemán-. A lo largo de los milenios, el agua ha ido filtrándose desde la superficie y creando esta maravilla que le dejará boquiabierto.

Esta caverna alberga más de 80 especies distintas de animales. Entre ellos destaca el proteo, una pequeña salamandra que en tiempos antiguos se pensaba que era la cría de un dragón. Este anfibio se ha convertido, por su rareza, en uno de los símbolos de la cueva de Postojna.

Pasear por estas grutas, escuchando el eco de sus pasos tras usted y sintiendo la humedad del ambiente en su piel es un auténtico placer. También podrá contemplar las enormes estalactitas y estalagmitas que, a veces, llegan a unirse y forman columnas que, siglo a siglo, van creciendo.

Uno de los grandes atractivos de la cueva de Postojna, Eslovenia, es el trenecito eléctrico que circula por la caverna y le permitirá recorrer los más de 20 kilómetros, viendo lo más destacado. No se puede perder la Sala de Conciertos, una enorme “habitación” que cuenta con una acústica envidiable. De hecho, entre estas paredes de caliza se suelen celebrar conciertos de música clásica regularmente.

Pero la cueva no es lo único que se puede ver en Postojna, Eslovenia. Destaca también el Castillo de Predjama. Esta impresionante fortaleza está situada sobre un risco de 123 metros, junto a una enorme montaña, dominando el valle y fundiéndose en el entorno kárstico del paisaje.

Su envidiable situación y sus macizas paredes hacen de este castillo un bastión inexpugnable. Pero además, cuenta con el acceso a un sistema de cuevas que permitía a los defensores escabullirse para buscar alimentos en caso de que el castillo fuera sitiado, como de hecho ocurrió en el siglo XV, en una de las historias más interesantes del castillo.